El presidente Alberto Fernández confirmó que el Gobierno nacional impulsará normas para «regular el uso de las redes sociales» para que «deje de circular el discurso violento y del odio» que volvió a relacionar con el atentado sufrido por la vicepresidenta Cristina Kirchner el pasado 1 de septiembre.
Alberto Fernández confirmó la intención del Gobierno de «regular de algún modo el uso de las redes sociales para que allí deje de circular el discurso violento y del odio».
«Eso es lo mejor que podemos hacer como sociedad, porque nadie quiere que le pase a otro lo que le pasó a Cristina», dijo el presidente en declaraciones a la prensa formuladas en Houston, al finalizar la gira que lo llevó esta semana para participar de la Asamblea General de la ONU, en Estados Unidos.
Leandro Fridman, especialista en comunicación digital, se refirió al tema y dijo «lo que pasó con la Vicepresidenta fue un punto de quiebre y, hasta cierto punto, es lógico empezar a decir qué podemos hacer para que esto no suceda de nuevo.
Lo podemos tomar de dos manera, por un lado desde lo comunicacional, porque tapes esta olla no quiere decir que estos discursos de odio no circulen. Controlar la circulación de esos discursos de odio es ir por la vía china de antecedentes en el control, no es lo que queremos en occidente; la censura absoluta de los medios y el control absoluto de lo que circula no es el camino.
El otro antecedente es el que desde principio de año está circulando en Europa, la Unión Europea, que tiene que ver no tanto con el control de la circulación de los contenidos, sino con el tener el derecho de los datos que manejan las redes sociales».
Y explicó que esta información de los usuarios, llamada bigdata, es a lo que en Europa se quiere llegar. «Va por ese lado, la transparencia en los datos, no por el control del contenido. Creo que por ahí sí hay un camino a desarrollar»
Por ejemplo, cuando usamos Facebook se crean microcosmos que reafirman nuestras opiniones. Poner un me gusta o quitarlo es lo que diseña un ambiente cerrado y controlado. Los propios analistas de Facebook reconocen que los usuarios convierten su muro en una “burbuja ideológica”. Otro ejemplo: cuando realizamos búsquedas en Google existe un algoritmo que sitúa en un lugar preferente webs que confirman nuestras ideas y valoraciones. Esto ha llevado a que filósofos actuales como Byung-Chul Han o José Maria Lasalle adviertan sobre los peligros de un Ciberleviatán, trayendo a colación aquella famosa obra de Hobbes nominada en base a aquella mítica figura bíblica.
Este Ciberleviatán supone, en opinión de estos autores, una gran amenaza a la democracia liberal tal como la hemos conocido.
Lo cierto es que, sin caer en una postura pesimista, internet afecta de manera muy acusada a nuestra cotidianidad, a nuestras expectativas y las relaciones que tenemos con los demás.
A nivel local Durán Barba fue uno de los primeros en entender estas cuestiones. A comienzos de 2019 y en ocasión del lanzamiento de su nuevo libro “Cómo poner al peronismo a trabajar para uno”, sentenciaba: «Los simios ahora usan smartphones y escriben en las redes sociales».
Donald Trump fue el que reflejó a nivel mundial el alto impacto que supone el uso político de las redes, particularmente con su invitación a asaltar el Capitolio el 6 de enero del 2021 tras perder las elecciones.
Y es que las redes sociales son sobre todo un espejo que nos sitúa frente a nuestras propias contradicciones como sociedades. El problema es que ese espejo está en manos de Facebook, Amazon, Google, empresas privadas cuyo fin primario y fundamental no es la libertad de expresión, sino ganar dinero. Por tanto, a esas empresas no les importa si a través de sus plataformas se fomenta nuestra grieta, muy por el contrario, ello sirve a los intereses de las potencias que respaldan dichas corporaciones. Por eso creo que, si bien nuestro presidente suele equivocarse, esta vez ha dado en el clavo. Es imposible caminar hacia una democracia consolidada en un marco de redes sociales no reguladas.